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Que el planeta fuera plano o redondo, un disco flotante o cualquier otra de las teorías del resto, no fue nunca una de sus preocupaciones. La elipse que el sol dibujaba sobre el cielo como la de astros menores o la luna; la curvatura de las nubes; el ineludible descender de los viajeros que es su ascender, recortados por el horizonte; la difícil imaginación del borde, juntura de mar y cielo, lo que entre; o la vez que subieron el cerro esperando ver la pared del mundo y solo descubrieron más y más cerros, otros convertidos montañas, planicies, pampas salares desierto bosques ciudades… costa / mar tomando altura y vuelta a dar con el primer hito, por el camino idéntico, pasando fuera de la casa, repitiendo la ruta que siguieron. Podrían haber dicho: primera vez que emprenden aventura, primera vez sin supervisión, la primera de vuelo los padres, a no mediar la amplitud racionalista del rostro de la Gabi, su ceño de inteligencia, las trenzas que disimulaban buenamente bajo un aspecto infantil, largas tardes al sol, prolongadas jornadas de observación atenta, incontables días e incontables noches de arduas evaluaciones del comportamiento de aquellos niñitos, niños que fueron sus amigos, enemigos, su familia; a no mediar su Amor, sus casi dos años menos de juventud. La redondez de la tierra, para Gabi, la naturaleza de su acción, manifestaba su evidencia. Pudo deducir, sin mitologías, cada proceso y explicarles, de haber querido, el ineludible movimiento circular, indeterminado e infinito del mundo y sus estratos. Y más particularmente, que la sombra de una persona se alargaba tanto cuanto su relación con la orientación de la luz del sol se lo permitía y que -en un momento de su ciclo diario- la sombra manifestaba con total ajuste la altura exacta de sus cuerpos; que pasado el mediodía era el momento preciso para saber cuanto más crecidos estaban; que las ocho y media de la tarde durante el solsticio de verano era por completo una ilusión, un simulacro de sus futuras medidas; que incluso Augusto podría ser más alto que todos si más cercano al crepúsculo vespertino se confrontaba con la sombra que Cristóbal proyectó a media tarde; que los hombres no alcanzaron los mil años; que los cuerpos vuelven al mar, donde todo después se cierra.